jueves, 14 de diciembre de 2017

Javier Marías, la violencia machista y los roles "de género"

Leo con desconcierto este texto de Javier Marías sobre violencia machista publicado hace 2 días en El País Semanal. En él, Javier Marías argumenta que la violencia machista es difícil de erradicar por tratarse de crímenes "individuales" con "su historia particular detrás".

No he leído nada de Javier Marías -él seguramente tampoco ha leído nada mío- y no estoy familiarizada con su orientación política o su ideología en general, así que me limito a juzgar lo que leo en el artículo. Es de agradecer de todas formas que al menos se reconozca el problema de la violencia machista y se intente analizar su raíz, aunque en este punto discrepo bastante con el señor Marías, que escribe frases como éstas:

No se intenta convencer a los hombres de que maten a mujeres, no se trata de una “causa” que busque “adeptos”. Por desgracia (bueno, no sé qué sería más trágico), cada bruto o sádico va por su cuenta y toma su decisión a solas. 

Lo cierto es que cada crimen machista va por su cuenta, con su historia particular detrás. Cada asesino asesina sin confabularse con otros (...), ninguno necesita el aliento, el beneplácito ni la propaganda de sus congéneres. 

¿Educar desde la infancia? Sin duda, pero no parece que eso dé mucho resultado: un alto porcentaje de adolescentes españoles ve hoy “normal” el control de sus “chicas” y hasta cierta dosis de violencia hacia ellas. Es deprimente, y da la impresión de que, lejos de mejorar las mentalidades, las vamos empeorando. 

(Para ubicar cada fragmento en su contexto, arriba está el enlace al texto completo.)

Si la violencia machista fuesen solamente casos "individuales", uno puede pensar que habría tantos asesinos como asesinas. No se necesita fuerza física: para asesinar, especialmente a una persona con la que se convive, no hace falta un forcejeo; para violar a una persona inconsciente, tampoco. Y sin embargo no conozco ningún caso de un hombre que haya sido violado mientras estaba inconsciente y abandonado luego medio desnudo en una cuneta por una mujer o grupo de mujeres. Ni se me ocurriría, en ese improbable caso, que un juez le fuese a preguntar, "¿pero llevaba usted bien abrochado el pantalón?" Creo que Javier Marías se está olvidando del problema de base, el machismo intrínseco de la sociedad, del que todos somos un poquito culpables y un poquito víctimas. Ese machismo que nos hace aceptar como normal (y adecuado) el hecho de que, en algunos casos, la mujer se use como un objeto para servir al hombre. Llevado al extremo, cuando la mujer deja de servir, el asesino adoctrinado por el machismo de la sociedad se deshace de ella, y punto.

Hace poco fui con un niño de 6 años a unos recreativos para niños. "Para niños". Con la típica piscina de bolas, los ganchos de pescar muñecos que nunca se dejan pescar, y diferentes variedades de videojuegos, entre ellos varios de motos y coches de carreras. Por si no he hecho suficiente hincapié en ello, repito: recreativos "para niños". Y sin embargo la primera imagen en la pantalla del juego de las motos es una mujer de tetas gigantescas, cinturita de avispa y caderones, vistiendo un bañador rojo del que se le sale media teta por cada lado, dándole al niño de 6 años la bienvenida al circuito. Para las niñas, por supuesto, o para los niños a los que no les gusten las mujeres de cuerpos grimosos en bañador rojo, no había opción de sustituir a la modelo por un forzudo en calzones. Se asume, y se inculca tanto a niños como a niñas, la imagen de la mujer como objeto decorativo cuya función (y ambición) es agradar al hombre.

Partiendo de este contexto, vayamos de nuevo punto por punto:

No se intenta convencer a los hombres de que maten a mujeres, no se trata de una “causa” que busque “adeptos”. Por desgracia (bueno, no sé qué sería más trágico), cada bruto o sádico va por su cuenta y toma su decisión a solas. 
Por supuesto, nadie le dice al bruto o sádico que se ponga a matar mujeres, y la enorme mayoría de hombres son gente normal que no va por ahí matando a nadie. Pero tampoco los asesinos toman su decisión enteramente "a solas". La toman con la complicidad inocente y silenciosa de una sociedad machista en la que todo, desde los juegos para niños, está diseñado "by default" para el modelo de hombre-macho. En la que a ellos se les enseña a dominar, y a ellas, a agradar. En la que a ellas se las juzga con desconfianza porque "algo habrán hecho".

Lo cierto es que cada crimen machista va por su cuenta, con su historia particular detrás. Cada asesino asesina sin confabularse con otros (...), ninguno necesita el aliento, el beneplácito ni la propaganda de sus congéneres. 
Sé que la idea de la primera frase no es, aunque se pueda malinterpretar así, el que cada crimen machista tenga "sus justificaciones particulares". Pero los asesinos, violadores y maltratadores muchas veces sí buscan (y obtienen, en mayor o menor medida) el aliento y el beneplácito de sus congéneres. Sin ir más lejos, ahí tenemos el tan famoso caso de "la manada". Yendo más lejos, cualquier comentario del tipo "ella se lo estaba buscando" o "algo habrá hecho" supone una validación moral del acto de violencia machista.

¿Educar desde la infancia? Sin duda, pero no parece que eso dé mucho resultado: un alto porcentaje de adolescentes españoles ve hoy “normal” el control de sus “chicas” y hasta cierta dosis de violencia hacia ellas. Es deprimente, y da la impresión de que, lejos de mejorar las mentalidades, las vamos empeorando. 
Es que no se está educando desde la infancia! Precisamente al revés! Se están inculcando ideas machistas desde la infancia, tanto a niños como a niñas, y muchas veces de una forma tan socialmente aceptada que ni siquiera nos choca. Nos parece totalmente normal encontrarnos a una tipa con un bañador rojo tres tallas pequeño y morros de silicona como imagen de portada de un juego de carreras para niños. Y nos parece normal precisamente porque la realidad también es así.

Dice tambien lo siguiente el señor Marías:

Conocíamos, sin embargo, una serie de normas inviolables: era inadmisible pegarse con un compañero de menor tamaño o edad; también ir dos contra uno (“mierda para cada uno”, era la frase infantil); y, sobre todo, a una chica no se le pegaba jamás, en ninguna circunstancia. Eso se consideraba una absoluta cobardía, algo ruin, algo vil. El que lo hacía quedaba manchado para siempre, por mucho perdón que pidiese luego. Pasaba a ser un apestado, un individuo despreciable, un desterrado de la comunidad. Y esas enseñanzas se prolongaban hasta la edad adulta. A una mujer no se le pone la mano encima, a no ser, supongo, que sea muy bestia y se nos abalance con un cuchillo en la mano, por ejemplo. Pero éramos conscientes de nuestra mayor fuerza física y de que era intolerable emplearla contra alguien en principio más débil (insisto, sólo en lo físico).
Pues eso está muy bien, pero también parte de la idea machista de que el hombre tiene derecho a pegar a la mujer..., pero no lo debe hacer porque la pobre es físicamente incapaz de defenderse. Es como aquella campaña desacertada de la policía en la que se pide a los hombres que no violen a las mujeres porque "podría ser tu hermana", tu novia, , tu madre, etc. No, es que a las mujeres no se las viola porque a las "personas" no se las viola. Y sí, obviamente, la mayoría de las mujeres somos físicamente más débiles que la mayoría de los hombres, pero ¿es ésta la razón para no violarnos?

Pero como digo, el machismo está en todas partes y es algo tan habitual que muchas veces ni lo vemos. Somos a la vez víctimas y culpables, tanto los hombres corrientes como las mujeres corrientes. Víctimas, por razones obvias. Culpables porque a veces, cuando lo identificamos, lo dejamos pasar. Unos más que otros, y yo más que muchos. En el curso de tres días he tenido la siguiente conversación, en tres ocasiones separadas, con tres amigos diferentes:
- El fin de semana vienen dos amigas de visita.
- ¿Están buenas?
Y yo no digo nada, o me limito a contestar que sí, que supongo que están buenas, porque sé que mis amigos en el fondo no son machistas y no me apetece empezar una discusión y que me llamen radical, a mí, que soy lo menos radical del mundo.

Pero la próxima vez que veas un anuncio en la tele, o una comedia romántica, o el vídeo de seguridad de un vuelo, o una película de superhéroes, o un reportaje de un suceso deportivo, o a Pablo Motos, o cualquier situación en la que se den roles "de género", intenta imaginar el mismo anuncio, la misma película, el mismo reportaje con los géneros invertidos. Verás como entonces sí resulta chocante ver a dos azafatos complacientes abrochando y desabrochando con una leve caricia y una radiante sonrisa el cinturón de seguridad de un tercer azafato sonriente, a un periódico deportivo refiriéndose a Javier Fernández como "el novio de Miki Ando", o a un juez preguntándole a un hombre víctima de una violación si él suele emborracharse en las fiestas o si llevaba el pantalón bien abrochado.